No sé si el inconsciente existe. Lo que sí sé es que tiene efectos.
Resulta que iba en camino a retirar los
Ensayos del bueno de Montaigne, que había adquirido unos días antes a través de internet, cuando, en esos momentos en que uno no sabe si piensa o no piensa si sabe, se me ocurrió lo siguiente: "¿cómo podría resultar que saliera contento de tal situación?". Por supuesto, siempre existe la posibilidad de la estafa, de la mala mercancía, del engaño. Pero lo llamativo es que yo nunca tengo ocurrencias tales (no de las últimas, sino de las primeras).
Fui recibido por un librero. No es necesaria descripción otra; es uno de esos raros casos donde el significante hace ese ruido que sólo el oído puede escuchar, desoyendo. Floresta, PH de pasillo, timbre 2, habitaciones continguas, paredes amuralladas con libros bien conservados. La vieja edición de los
Ensayos probó estar en condiciones más que aceptables, de modo tal que la conversación tuvo inicio. "¿Letras?", "no, psicología", "ah, psicología", "bueno, filosofía", "ah, filosofía", "psicoanálisis".
"¿A cuánto tenés la
Antropología estructural?". "Ah, ése es un clásico". Al momento de profundizar la exploración, el librero se me acercó con dos pequeños volúmenes unidos por un par de bandas elásticas que adosaban una tarjeta: "tomá, es para vos". Leí:
Écrits, Jacques Lacan. "Ah, mirá vos, ¿a cuánto los tenés?", "Nada, son tuyos, a cambio solamente de publicidad [léase, hacerlo público]". "No puedo, ¿cuánto te doy por los escritos?", "¿No podés aceptar un regalo?". "Bueno, gracias, ¿cómo te llamás?", "Rubén". Luego de conversar, emprendí el regreso.
"¿Cómo podría resultar que saliera contento de tal situación?".
Porque pudo.
Para contactarse con Rubén, ya sabrán cómo hacer.