miércoles, marzo 08, 2006

El fin de Cromagnón

Aníbal Ibarra. Sería mejor recordar un poco su situación política, ya que todo esto es una cuestión política, no institucional. Ibarra es el jefe de gobierno huérfano: su ex-partido, la Alianza, luego ser fracasar rotundamente en el 2001, dejó de existir sin más, dejandolo sin ninguna clase de aparato político que lo sostuviera. En el 2003, gracias al apoyo de Kirchner, logró vencer a Mauricio Macri, uno de los arquitectos del juicio político. Sin embargo, Ibarra no se convirtió al peronismo, sino que quedó sólo, en una especie de limbo político: casi sin bancas en la legislatura, y nigún partido de fondo que sustentase cualquier clase de militancia tradicional.

Es bien sabido que Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es un foco de corrupción. Coimas, tramoyas, acomodos, ñoquis, y toda clase de pestes históricas han plagado y continúan plagando el sistema. El caso concreto es el de los inspectores. Este sector es especialmente manipulable para realizar toda clase de arreglos que permitan ignorar de las grandes falencias que la gran mayoría de los boliches, discos, lugares de entretenimientos, tienen. Porque Cromagnón pudo haber sido ( y aún puede ser) en casi cualquiera de estos lugares de la capital.

Ibarra intentó cambiar la situación de las inspecciones, echando a más de 300 inspectores (reubicando en realidad, ya que el Estado no pude despedir tan fácilmente). Sin embargo, justo tuvo que caerle Cromagnón encima. Después de todo, Ibarra tuvo la voluntad de cambiar al menos en cierto grado esta situación de corrupción, esto lo admiten hasta los que votaron por la destitución. No se le puede achacar el haber hecho la vista gorda, la negligencia, al jefe de gobierno.

Esto en lo que hace a los detalles pormenorizados (estupideces a las que solo los miopes o los oportunistas les dan mayor importancia). Ahora vayamos a lo concreto: Ibarra no tenía banca que lo pudiera defender en la legislatura, ni la infraestructura de un partido que lo apoyase. Esa es la verdad. Y si Ibarra cayó no fue porque "se hiciera justicia" (por más que los padres de Cromagnón no puedan verlo), sino porque él era el perfecto chivo expiatorio: un chivo expiatorio que no tenía recursos para defenderse. Los otros partidos lo aprovecharon ( los energumenos del Ari, del Pro y los otros zánganos que se sumaron a la faena), fieles a su sangre de políticos.

Esto no es una cuestión de verdad: quien lo crea, queda condenado a la más patética incredulidad. Esto es una cuestión de poder, nada más, nada menos. Y si bien, ciertos juristas se felicitan por el hecho de que el juicio político funcionara de maravillas en cuanto a los mecanismos, y que sólo por eso es correcto que destituyeran a Ibarra, hay dos opciones: o bien mienten, o bien son tan incrédulos como muchos de los padres de Cromagnón. El razonamiento mecanismo correcto = justicia es una aberración. Porque los mecanismos Sson utilizados por hombres con intenciones, hombres que buscan poder, conspiran, engañan y mienten.

Citando a un ferviente opositor a Ibarra, y que votó en su contra: "Si esto hubiera sucedido en una provincia donde el gobernador tuviera un partido que lo bancara, esto no podría haber sido posible". Y no porque solamente estuviese protegido por el partido: la idea de que Ibarra es culpable sólo tiene sentido cuando Ibarra es vulnerable.

Lo siento por los padres de Cromagnón, pero esto no les devolverá a sus hijos. Esta encrucijada de venganza, de culpables, de algún culpable, ha sido manipulada. Los padres han sido manipulados en su gran mayoría. Creo que es tiempo de que levanten sus miradas y miren a su alrededor, y comienzen a preguntarse, de una forma más tranquila, por lo sucedido.

Muchos se darán cuenta de lo que ha sucedido,
otros tratarán de descansar tranquilos
creyendo haber al fin encontrado
el falso por qué de un sinsentido.